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«El primer ‘librisco’ de la Premio Nacional de Poesía pone verso a las canciones que han marcado su vida, y viene del sello granadino Allanamiento de Mirada.
La sensibilidad única de Ángeles Mora se percibe hasta en los gestos más cotidianos. En la forma de contar las cosas. Es imposible disociar el ser y el hacer, en su caso. Por eso sus ‘Ficciones para una autobiografía’, que le otorgaron el Premio Nacional de Poesía eran tan plenamente coherentes. Y por eso, su nueva obra, ‘Canciones inaudibles’, es otro claro ejemplo de que vida y milagros -en su caso, los milagros tienen forma de verso- son difícilmente separables. El trabajo de Paco Espínola y su sello Allanamiento de Mirada hace honor a la figura de esta mujer menuda, menuda mujer, a la que la vida golpeó para luego ayudarla a levantarse. Es tan tierna y muestra tanta ternura que si leerla emociona, tener la oportunidad de compartir unos minutos con ella te hace adicto, irremisiblemente, a su peculiar mundo.
Parte de ese entorno donde la palabra se convierte en armonía está presente en estas ‘Canciones inaudibles’. «Primero pensamos en ofrecer las canciones en una tarjeta de memoria, como si fuera de visita, pero luego vimos que lo mejor era este formato de disco compacto con aspecto de microsurco», comenta la poeta. La obra de Ángeles Mora está cuajada de referencias musicales, y esto fue lo que llevó a Espínola a proponerle esta idea, donde recoge versos conectados con canciones, que suenan de fondo -inaudibles por tanto, aunque perceptibles para el lector-, y que luego aparecen en los dos discos que acompañan a la letra impresa.
«Primero pensamos en una tarjeta, pero luego nos gustó este formato de cedé con aspecto antiguo»
A la autora le divierten los juegos de palabras que acompañan a este nuevo trabajo, el primero extenso y plenamente original tras la concesión del Premio Nacional de Poesía, que le ha cambiado la vida, según confiesa. Le gusta la musicalidad emanada del término ‘librisco’ y del nombre de la colección, ‘Verseller’ (versos y música). Igualmente divertido le parece el grabado con aspecto de victoriano que ilustra la portada, donde un propio susurra a una propia utilizando el hilo con cilindros que, seguramente, ella usó alguna vez para hablar con dos ‘danones’, como muchos chiquillos cuando lo éramos.
Organización
Tras la introducción de Olalla Castro, titulada ‘Instrucciones para dar cuerda a un librisco’ -plenamente coherente con la estética ‘steampunk’ de la portada-, el lector se introduce en la obertura ‘Otra educación sentimental’, enlazable con ‘My way’, no la de Sinatra, más para adentro, sino con la mucho más extrovertida versión de Nina Simone.
Y tras la obertura, los poemas se organizan según géneros: jazz, pop, un tango, clásica, bandas sonoras, y una despedida a dúo con Mónica Doña, en un capítulo titulado ‘Correspondencia’, un ‘miniduelo’ entre la cordobesa y la jienense que acabaron encontrándose en Granada. Si la apuesta de Mora es ‘Feeling/canción’, la de Doña se titula, con un buen gusto exquisito no exento de humor, ‘Soy la segunda voz’. Un colofón que hace honor a todo lo leído antes.
La autora está muy satisfecha con el resultado de estas ‘Canciones inaudibles’: «Los temas están escogidos con mucho mimo, en las versiones correctas. Obtener la licencia para publicarlas ha sido un trabajo ímprobo», asegura. Por los surcos de los dos discos que forman parte de este ‘librisco’ desfilan desde Stephane Grapelli hasta Brahms, desde Tony Bennett a la ya citada Nina Simone. Incluso está la versión de ‘Moonriver’ que Audrey Hepburn tocaba asomada a la ventana acompañada por la guitarra en ‘Desayuno con diamantes’.
«Mi madre cantaba en casa y mis hermanas oían mucho la radio. Es parte de mi educación sentimental»
Ángeles Mora ha tenido una relación estrecha con la música desde la adolescencia. «Mi madre cantaba mucho, mis hermanas escuchaban la radio. Forma parte de mi educación sentimental. Y esta educación se ha reflejado de múltiples formas: a veces las canciones surgen como una cita, a veces están dentro del poema, conformando con él un sentido único», comenta. No está la música incluida con calzador, sino que se imbrica con la letra. «Hay amor y desamor, como en la vida misma».
La música del amor
¿Cuál es la música del amor para Ángeles Mora? «Como la del sufrimiento, puede ser cualquiera. Es cierto que el bolero o el tango se han relacionado culturalmente con el amor. El jazz, por supuesto, también… Con el dolor pasa lo mismo». Precisamente, uno de los poemas de amor a ritmo de jazz es el que dedica -en tres partes- a su nieta Naima, homónima al tema del saxofonista de jazz John Coltrane, el cual, obviamente, también aparece en el disco. «Sus padres son músicos, y decidieron ponerle ese nombre», comenta. El poema es una bella reflexión sobre los misterios y sinsabores de la vida que tiene como destinataria a su nieta, apenas un bebé al escribirlo.
Otra reflexión seria y dura sobre la guerra es ‘El tercer hombre’, asociado al ‘The Harry Lime theme’ de la película de Welles, con el protagonista huyendo por las alcantarillas. Un símbolo de tantas huidas hacia lo desconocido, como la que día a día se vive en el Mediterráneo.
Mora está agradecida al Premio Nacional de Poesía, que le cambió la vida, y la complicó para bien, «aunque con tantos encargos e invitaciones apenas me queda tiempo para escribir». Recién llegada de Lérida donde ha participado en un seminario de traducción de sus poemas al catalán, lo inminente es un viaje a China, donde irá acompañada de su hija «que sabe inglés, porque yo soy francoparlante». Ella es así».
JOSÉ ANTONIO MUÑOZ