- Los periodistas Luis Arronte y Paco Espínola publican un libro donde recogen los himnos de la comunidad LGTBIQ
- Se presenta hoy en Planta Baja con el Gran Wyoming y Juan Pinilla
¿Cuántas veces se habrá cantado y bailado la canción Tuttifrutti de Little Richard? El tema es una de las joyas del rock y precursora de muchos otros sonidos que vendrían, pero lo que a buen seguro ignoran es su contenido. Su estribillo, sin ir más lejos, dice: «Tutti Frutti -forma despectiva de llamar a un hombre gay-, buen culito. / Si no encaja, no lo fuerces, / puedes engrasarlo, / será más fácil«. Como ven, el de Macon dejaba muy poco a la imaginación.
Cuantas veces se habrá cantado su letra sin saber a lo que Richard se refería. Esta puede ser una buena idea para comenzar: cuántas veces se habrá rozado o metido de lleno en un libro, película o canción de temática gay (no sucede nada más que se interpele en él a parejas o amantes del mismo sexo) sin saberlo. Aquí el quid, la homosexualidad siempre ha estado presente y como tal ha tenido su expresión artística, quizás exacerbada dada su condición de proscrita histórica.
Con una imagen de magazine americano de los 90 y un formato original y dinámico, a lo que nos tiene acostumbrados la editorial Allanamiento de mirada, aparece Pertardance, historia de la música LGTBIQ. Un librisco (combinación de libro y discos) que -aunque por su formato no lo parezca- se toma muy en serio la superficialidad que forma parte del packaging de este universo. Con toques que lo acercan a la contracultura (si no lo es el mundo gay, díganme qué si no) hace un paréntesis en lo icónico y se adentra en las profundidades del significado a lo largo de la historia (de los 60 a los 90) de canciones, artistas y movimientos culturales relacionados o que fueron relacionados con una cultura gay naciente. Desde los primeros pasos de Little Richard o Chavela Vargas hasta los españoles Astrud de los años 90.
Y son solo un ejemplo de los muchísimos que aparecen en sus páginas. En libro se presenta esta noche a las 21 horas en Planta Baja, fiesta en la que participan, además de los autores, el Gran Wyoming (que actúa mañana con Los Insolventes), Juan Pinilla y Ana Orantes.
Fue tras una charla con un colectivo LGTBIQ sobre la música gay y su influencia, ofrecida por Paco Espínola, editor y fundador de Allanamiento de mirada, cuando nació la idea de Petardance.
Un libro fácil de leer y que se aconseja repasar mientras se escuchan las canciones, sorprende por la estupenda documentación elaborada por Arronte y su narrativa certera al tiempo que ligera y magnética. Se puede aprender sobre música e historia y sobre todo invita bucear en un mundo que no vive a parte del heteronormativo -aquí el dichoso palabro-, simplemente trata de frente algo tan real como las machistas rancheras de José Alfredo Jiménez. La diferencia, y tal como se explica con puntería al comienzo del libro, «a primera vista, puede resultar injusto o al menos inadecuado, diferenciar estilísticamente la música gay frente a otros tipos de música, como se puede hacer con minimalismo, romanticismo, pop, punk o rap. Más aún cuando podemos encontrar punk gay, rap gay o pop gay -busquen-. También podría ser injusto considerar la música gay es la hecha por homosexuales; sería limitar demasiado la idea de un siglo en el que las identidades de género y de orientación sexual son ya bastante libres. Pero por algún sitio hay que empezar, y es innegable que la música gay o la asociada comúnmente al colectivo LGTBIQ, está ahí con todos los matices y excepciones que queramos hacer». Mejor de lo que lo explica Arronte, no se puede hacer. Con esta premisa de libertad tanto en su lectura como escucha y comprensión (cómo si no en precisamente este libro) comienza un ejemplar único plagado de intrahistorias que no se deleita necesariamente en plumas o lentejuelas (aunque si se tiene que hacer se hace, aquí no hay complejos ni malos vicios culturales).
El libro además contiene dos discos, uno de temas en español y otro en inglés. «La idea del disco en español era hacer algo más underground, comprometido y militante», por eso por ejemplo se echa en falta a Mónica Naranjo o el Mujer contra mujer de Mecano -por desgracia hay una brevísima lista de canciones sobre lesbianas-. Este tipo de grupos, apunta Espínola, encajan en un perfil más internacional «y eso ya apuntaba maneras más que de reivindicación, de ostentación en la marcha del orgullo gay, donde aparecen ya como fijos Marta Sánchez, Alaska… En fin, es otro territorio».
La lista en español, apunta Arronte, que ya tenía lista el editor, «tiene más de descubrimiento, aquí hay cosas que me han sorprendido muchísimo como la de Abdess Oukhi. Como este grupo que le canta a dos de los grandes cineastas de este país, Almodóvar y Amenábar, aparecen las bandas underground Putilátex (He visto a la virgen), Parade (Nunca bailo), Putirecord (Hazme el amor) o Nacho Umbert (Colorete y quitasueño) y el mítico Mcnamara (Ultraceñidas). Trabajo de arqueología, como ellos lo denominan. «Se trataba de descubrir cosas como el asesinato de Georgie de Rob Stewart», completa Espínola.
En cambio, si la lista en español era para descubrir tesoros escondidos, la lista en inglés tiene piezas mucho más reconocibles ya que han sido voceadas cientos de veces en discotecas y fiestas como No more tears de Donna Summer y Barbra Streisand, I Will Survive, de Gloria Gaynor (cuestión de imperativo), Anthony And the Johnsons con The crying light o It´s a Sin , de Pet Shop Boys. Diana Ross, Shirley Bassey, Queen, The Kinks o Broski Beat (su canción Smalltown boy es una historia tan real como sobrecogedora) completan una lista heterogénea de temas que tratan la homosexualidad en todos sus perfiles: desde la tristeza profunda de no poder ser quien uno es hasta la liberación de dejarse sentir sin jaulas.
Painkiller, de los metaleros Judas Priest, que narra la historia de su cantante, Al Atkins, sobre cómo tenía que tomar los painkillers (analgésicos) al no aceptarse a sí mismo como homosexual. Una historia dolorosa y descarnada de un hombre que tardó años hasta que al fin pudo aceptar su forma de amar.
Pero en este libro aparecen figuras como Bowie, Lou Reed, que fuera de la entre comillas, temática gay, su bisexualidad no marcó su género pero sí algunos de sus temas y su forma de desarrollarse como artistas, sobre todo en el caso de Reed, en el que la no aceptación de sus padres creó los monstruos que desfilan por sus inigualables creaciones.
Un libro más que recomendable para cualquier amante de la música, porque habrá que reconocer que no hay himnos más contundentes (y bailables y gritables) que los himnos gay.